
El check in y todo eso ya anduvo lento, sin asientos asignados para algunos, y una laaarga laaarga fila. Una vez en el avión, demoras para cargar el equipaje, disculpas del capitán cada 10 o 15 minutos diciendo que partiríamos en... 10 o 15 minutos. Y después de muchas disculpas, nos dicen que un pasajero en la parte de atrás está causando problemas y será bajado del avión por la policía, lo que efectivamente sucedió: 5 tíos armados y con chaleco antibalas que se llevaron de un ala al troublemaker, un brasileño bastante arriba del balón que estaba siendo deportado.

Pero eso no fue todo!!! Debido a la demora se perdió el turno o como-se-llame del avión para despegar, así que había que hacer un nuevo plan de vuelo, programar esto y lo otro, o como muy bien dijo el capitán en uno de sus informes: there's so many goddamn things to do... había tantas malditas cosas por hacer. Choreado el hombre. Nosotros, para qué decir. Y cada discurso del capitán era repetido en castellano y portugués... No, si por disculpas no se quedaban.


Ahí, dirán, la cosa siguió como lo programado, ya que habíamos llegado a tiempo. ¡Pues no! Ande a saber usted porqué pero estuvimos cerca de tres horas dentro del avión sin ir a ninguna parte. No fue simplemente la escala, sino que hubo problemas para despegar y todo eso... En esas circunstancias, realmente, lo único que queríamos era irnos. O un trago. O un cigarro. O una geisha (como quería mi compañero de asiento). Demonios. No cabía sino esperar...
Finalmente salimos a Bs. Aires, donde rápidamente tomamos un vuelo de conexión a Santiago. Esta vez no hubo demoras, ni nada... simplemente los trámites de rigor, y así fue como a las 4 de la tarde toqué suelo nacional. Bueh, es un decir... pero bueno, al menos, ya estaba en casa.
(p.d.: si, yo también me aburrí)
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