lunes, 19 de diciembre de 2005

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¿Por qué
sigo soñando con la vieja casa, la sala de estar forrada de papel blanco, los sillones verdes, la cocina a un costado, el comedor dividido por un mueble grande, parte del cual sigue estando en el comedor (pero en uno muy distinto) y cuyas otras partes se han diseminado por distintas casas, tanto de mi hermana como mías; el viejo comedor con su papel blanco que tenía una mancha roja de ají en la pared de la derecha -mirada desde la calle- producto de algún exceso con el condimento, el mismo comedor donde escuché llantos, burlas, retos, tazas humeantes de café con leche o de leche con milo -milo te hace grande- sacado de grandes tarros que mi padre solía guardar siempre, siempre había un tarro grande de milo -me pregunto si todavía, en algún rincón de su casa, mi padre tendrá un tarro grande de milo, por si acaso, porque "el que guarda siempre tiene".

y parece que tendré ganas de escribir y hacer cosas para siempre porque me estoy guardando muchas.

Por qué sigo soñando con la vieja casa y su cocina estrecha, donde mi madre alguna vez hizo pastel de choclo y estuvo todo el día afanada -¿víctimas del folclore?- o aquella vez en que se quemó la mano con aceite hirviente, y por muchos días llevó esa venda blanca en su... ¿era derecha o izquierda?, no lo recuerdo, pero la cicatriz sigue ahí, y se la acaricio cuando la veo y recuerdo ese domingo por la tarde en que se la hizo, en esa estrecha cocina de paredes blancas, con una puerta con ventana que daba al patio y que tenía un cuartito detrás, era en esa casa, esa casa y su sala de estar de paredes forradas con papel blanco, con sillones verdes, situada al final de un camino infame, aquella vieja casa que por algún motivo no puedo dejar de soñar.

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