Es curioso este monstruo. Alimentarse, se alimenta, aunque nosotros comida no le damos; tampoco lo hemos visto cocinar nada más complejo que un huevo frito. Pulula cuando ya no hay demasiada luz de sol , y cuando es de noche, en vez de pulular, derechamente pololea. Y cuando las estrellas le son propicias, copula. Sin embargo, el tema de su reproducción es un misterio. Nunca hemos podido observar a ninguno de sus vástagos... Hubo una época en que pensábamos que su extinción estaba cercana, pero no pasó nada al final.
A veces me dan ganas de conversar con él. Desconozco su edad, sus gustos o inclinaciones, pero cuando lo veo asomar bajo la escalera o junto a la ventana, siento que debo hablarle como a un niño pequeño. Qué carajo sé yo por qué. Nunca duran mucho esas conversaciones, y se dan más o menos así:
-Hola. ¿Cómo te llamas?
- Odradek
- ¿Y de dónde eres?
- Domicilio desconocido, dice, y se ríe, y su risa es como la de alguien que no tuviera pulmones, o los tuviera gastados por el cigarrillo. Siempre se escurre detrás de la risita, y creo que nunca lograré avanzar más en la conversación.
Dicen que es más antiguo que ninguno de nosotros aquí, y que probablemente siga en esta casa cuando nosotros nos hayamos ido. Del pasado no me preocupo, porque llevo pocos meses y hasta una planta sería más antigua que yo; pero no deja de ser inquietante la idea de este extraño ser, misteriosamente oculto y aún vivo entre estas paredes cuando yo haya abandonado la forma humana.
Es mejor no pensar mucho en ello.
(a Franz Kafka)
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