
Alexandros fue asesinado por un policía griego el pasado sábado 6 de diciembre, en un barrio bohemio, de bares alternativos y locales de música en vivo; por lo mismo, con mucha presencia juvenil. Las versiones difieren en cuanto al origen. Algunos medios hablan de "una treintena de jóvenes que arrojaba piedras y/u otros objetos contundentes a un auto de la policía", a raíz de lo cual se produjeron los disparos. Personas cercanas al joven y vecinos del sector donde se produjo el hecho hablan, por el contrario, de un pequeño grupo que estaba sentado en la calle y empezó a gritar en contra de la patrulla que circulaba en las cercanías. Algún objeto -piedra, ladrillo, botella- cayó cerca del vehículo policial, tras lo cual los oficiales descendieron del mismo. Fue entonces cuando el policía Epaminondas Korkoneas, de 37 años, disparó en dirección al grupo. Tres balas, dicen algunos. Un video registrado esa noche por una vecina da cuenta de dos disparos.
No importa. A consecuencia de los disparos, Alexandros Grigoropoulos, de 16 años, perdió la vida.
La prensa se ha dedicado, como es común, a reseñar los disturbios producidos a contar de esa fecha. Edificios ocupados, revueltas en las calles, declaraciones, autos
Un grupo en Facebook busca mantener viva la memoria de este joven. Personalmente, creo que a veces la prensa se dedica a mostrarnos las consabidas y épicas imágenes de banderas, llamas, rayados, destrozos y disturbios, cuando en realidad, la única imagen que importa es la de un chico de 16 años que gracias a la brutalidad de un imbécil hoy ya no está más. Seguro, el mundo es un lugar absurdo e injusto, la vida es cruel y nos rodea de gente que más bien merecería estar en un corral y comiendo del piso, pero no he llegado a ser tan cínico como para no sentir que la muerte de un chico a manos de un idiota con un arma es un desperdicio.
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