Justo cuando creía haber visto o pasado por cosas bizarras, anteayer alguien me preguntó "donde estaba la Alameda". A dos cuadras.
Y justo cuando creí que eso era insuperable, ayer me di cuenta que la estupidez humana no tiene límites. Que probablemente necesitemos nuevas clasificaciones de enfermedades mentales, de aquellos que aparentemente son intelectualmente hábiles pero carecen de las mínimas habilidades sociales y de comunicación.
Pero la venganza es inminente...
Lectura: El Barril de Amontillado, de Edgar Allan Poe.
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