Enfrentado a esta y otras verdades, queda claro que nuestro protagonista podría seguir, desapercibido y anónimo, cumpliendo con los roles sociales, sin ir más allá del 70%, incluso de vez en cuando siendo destacado o reconocido por sus pares, sobresaliendo como un uno en un mundo de ceros. Cierto: había leído en alguna parte que si eres un clavo y sobresales siempre llega alguien a darte un martillazo. Pero a veces vale la pena el esfuerzo, y eventualmente puedes estar más alto que la mayoría y los martilladores no lograrán alcanzarte con sus manotazos. Por sobre la media.
Hay un problema: alcanzar ese nivel cuesta trabajo. Esfuerzo. Dedicación. Disciplina. Todas esas cosas que tan esquivas le resultan a nuestro notan intrépido protagonista. Como si fuera poco, todo en el mundo te arrastra en el sentido contrario. Hacia abajo, hacia los ceros... hacia la cotidianeidad donde todos son iguales, o más bien masificadamente igualados.
Alguien le dijo a nuestro personaje que debería hacer esfuerzo por llegar al cien. Que valía la pena. El le creyó; se convenció de que era el momento y el lugar de romper con las nieblas del pasado y reinventarse. Pero estaba solo y necesitaba saber que al final del abismo había una red, o al menos una mano solidaria que le ayude a levantarse.
To be continued.